Que nos teman R.G. WITTENER·DOMINGO, 4 DE NOVIEMBRE DE 2018 Luna Foxfield, órbita de Columbine, Concordancia Victoria Confederación de Capela 3050 El veterano Warhammer-6R gruñó al obligarlo a ceñirse a las paredes de roca, provocando un largo chirrido que retumbó en la cabina al chocar el metal contra las piedras volcánicas. —Kharonte en posición. ¿Qué tal andáis vosotros, chicos? Como si el silencio de radio no fuera revelador, bastó una mirada al panel de comunicaciones para hacerse una idea muy aproximada de la situación: los transpondedores de dos compañeros de lanza destelleaban en rojo, y solo un par de marcadores del resto de la compañía lucían en verde. —Mi Kintaro está muy tocado, pero sigo en pie —respondió al fin Elias Bailey, su voz jadeando a través de los altavoces; lo cual no era extraño teniendo en cuenta el calor que estaban sufriendo en aquella luna volcánica. Ni siquiera el hecho de encontrarse bajo la sombra perpetua del planeta que orbitaba servía para enfriar su temperatura. Incluso Kharonte se sentía como en una sauna, a pesar de que su mech aún conservaba todos los radiadores y estaba logrando refrigerarlo a pleno rendimiento. Si el de Elías había sufrido muchos daños, era probable que estuviera al borde del colapso por el calor en su cabina. —Esos cabrones están bien atrincherados en el cañón —gritó otra voz por la radio. Como la mayoría de mechwarriors de la compañía, no lo conocía; así que tuvo que mirar al panel para averiguar que era el último superviviente de la lanza alfa—. Si no lo hacemos bien, nos van a destrozar. Gracias al sistema de visión nocturna pudo ver al Cicada-3M de su compañero acercándose al pasadizo cortado en la montaña, y cómo brotaban de allí un sinfín de líneas de láser, acompañadas por explosiones de misiles de corto alcance que obligaron al pequeño mech insectoide a recular a toda prisa. En cuanto el Cicada se apartó volvió la calma y los ríos de lava, tan profundos que un mech de asalto se podía hundir hasta los tobillos, se convirtieron en su única fuente de luz en aquel horizonte de verdes y negros. Desde su ángulo no parecía que hubiesen alcanzado al explorador, pero el blindaje estaba surcado de tantas marcas de impacto e iba soltando tanto humo que no podía asegurarlo. —Creo que puedo darnos un poco de ventaja. Aguantad la posición, muchachos. Sin dejar de apuntar hacia la boca del desfiladero, dio marcha atrás hasta ver un desplome de rocas en el que ya se había fijado durante la refriega; formaba una pendiente suave que acaba, o eso parecía, en una cornisa que se extendía hasta la entrada de la posición enemiga. Si estaba en lo cierto, podría situarse en la cresta y dispararles desde las alturas. —Que nadie se ponga nervioso —masculló, al ver un nuevo despliegue de láseres y explosiones danzando alrededor del cañón; aunque, bien lo sabía, eso era pedir mucho. Desde el mismo instante en que los dos grupos de mercenarios se trabaron en combate, la lucha había consistido en un intercambio de disparos a lo largo de ese paisaje infernal. Temiendo sobrecalentar sus mechs, ambos bandos recurrieron a disparar una andanada, ocultarse tras el terreno y asomar de nuevo tras haberse refrigerado el mínimo indispensable. Un duelo estático que los había ido mermando hasta el movimiento de avance de su compañía. —¿Cómo vas, Kharonte? —Casi lo tengo, Elías —replicó, haciendo oídos sordos al ruido de rocas desprendiéndose que estaba acompañando su ascenso, y al bamboleo del Warhammer—. Casi lo tengo. Un instante después logró alcanzar la plataforma y, tal y como había previsto, se encontró en una estrecha cornisa que se prolongaba hasta la entrada del desfiladero. Sin detenerse a pensar, continuó avanzando y se preparó para pulsar el botón que liberaría el UAV integrado en el fuselaje superior de su mech. —Ya estoy a punto. Distraerles un poco. Respondiendo a su petición, varias andanadas de misiles cabriolearon hasta la posición enemiga y los láseres volvieron a brillar, derritiendo las rocas y mezclándolas con el magma que corría por el suelo. Eso le permitió acercarse al borde de la plataforma, liberar el dron de observación y disparar una andanada sin que sus enemigos se apercibieran del origen de los disparos antes de volver a ocultarse. —¡Me han dado! —gritó Elías, su voz acompañada de un coro de avisos de alarma que vaticinó sus siguientes palabras—. Fallo crítico del reactor. No puedo seguir. Kharonte lanzó un puñetazo al aire. En situaciones como ésa siempre era preferible contar con alguien conocido. Un compañero de la Quinta Brigada. Alguien de quien sabía lo que podía esperar. —¿Y ahora qué? Ignoró la pregunta e intentó pensar con claridad. Al asomarse al cañón había visto cuatro mechs enemigos: un Awesome, un Spider, un Linebacker y otro más que no había llegado a identificar. Rivales que, gracias al UAV, estaban ahora marcados en el mapa del HUD como iconos rojos; agazapados y confiando quizás en poder eliminarles de uno en uno si entraban en aquel cuello de botella. Lo cual, según los sensores del dron, era factible, pues aún se mantenían al 50% de su operatividad como mínimo. —Quizás si damos un rodeo… —aventuró el piloto del Cicada. —No. Nada de eso. Se han encerrado porque no saben con qué fuerzas contamos y piensan que el combate está más igualado. Hay que aprovecharse de eso. Y volvió a avanzar por la cornisa. Aquellos tipos no debían de haber reconocido el leopardo de las nieves que llevaban pintado Elías y él en los torsos, pero después de esta batalla pensaba hacerles temer el escudo de su unidad. Disparó de uno en uno los láseres de alcance extendido, descargando luego sendas salvas del par de LB5 de los brazos y, seguro de haber llamado su atención, lanzó tras los mechs enemigos una bengala de humo. La baliza que llevaba incorporada alertaría a las posiciones artilleras, situadas a varios kilómetros de allí, y mientras retrocedía para evitar el fuego concentrado de todos sus rivales pudo imaginarse los obuses viajando en su dirección. —¡Humo rojo! ¡Humo rojo! —gritó, para advertir a los demás, temiendo que alguien se hubiese acercado al desfiladero. No había terminado de pronunciar su última frase cuando el visor se iluminó con un brillo cegador. Ante el infierno que se había desencadenado en el cuello de botella, el sensor de visión nocturna solo fue capaz de proyectar un intenso destello verde. —Eso ha debido de freírlos —gritó otro compañero —¡A por ellos! Para apoyar su opinión, un icono rojo desapareció del HUD junto con el humo de las explosiones. Al tiempo que sonreía por el éxito de la estratagema, Kharonte hizo saltar al Warhammer hacia el suelo y programo los LB5 para disparar de forma simultánea. Ya había aprovechado su poder destructivo para incapacitar por completo a dos rivales, y sabía que no podría mantener una cadencia de disparo muy alta con los láseres sin sufrir un apagado accidental del reactor. —¡Ayuda! ¡Ayuda! —comenzó a gritar el Cicada, envuelto en llamas a la entrada del desfiladero. Kharonte maniobró para encararse contra el enemigo y de inmediato divisó el Spider y más allá la imponente silueta del Awesome. Su reacción fue instintiva. Antes incluso de que los sensores le dieran los datos sobre el mech de asalto, crispó la mandíbula y le lanzó una andanada completa de todo su armamento. Los proyectiles de los LB5 desgarraron el hombro derecho y los haces de láser penetraron por la brecha, derritiendo la estructura interna y los músculos de miómeros. Al tiempo que las lecturas de temperatura se disparaban y una vaharada de calor le secaba la garganta, el enorme mech se desplomó inutilizado. —¡Uno menos! Por desgracia, al girarse contra el Spider descubrió que el Cicada también había sucumbido y el mech ligero estaba intentando dejarle cojo a él con un fuego concentrado de ametralladoras y láseres ligeros enfocados a la unión del pie. El informe de daños del HUD aún no era preocupante, pero Kharonte visualizó el blindaje calentándose al rojo blanco y cediendo al paso de las balas. Tenía que responder pronto pero antes debía dar tiempo al Warhammer para evacuar el calor acumulado, de modo que apuntó al delgado robot y comenzó a disparar los dos LB5 a su máxima cadencia de fuego; apartándose del Spider para quedar fuera del corto alcance de su armamento, aprovechando de paso que las estrecheces del cañón impedían a su rival desplegar la velocidad y agilidad de las que era capaz. Y aún así, el esbelto mech siguió haciéndole frente, ignorando los daños que estaba recibiendo para mantenerse cerca. Hasta que el marcador de temperatura del Warhammer volvió a lucir en verde. —A ver si también aguantas esto —gruñó Kharonte, disparando los láseres de uno en uno contra la castigada placa pectoral del Spider. Los haces de energía atravesaron limpiamente el blindaje hasta abrirse paso al lado contrario y, cuando los impactos se iluminaron con las explosiones internas, remató al mech con otra andanada de los autocañones—. El cañón está limpio, chicos. En ese momento se dio cuenta de que los transpondedores del resto de la compañía parpadeaban en rojo. De la docena de mechwarriors que Liao había reunido para controlar la antena de comunicaciones levantada en aquella luna miserable, solo él quedaba en pie. Pero un escalofrío en la nuca le estaba diciendo que no era el único. —¿Alguien despierto? ¿Veis algo que se mueva sin el emblema de la Quinta de Rochester en el culo, o puedo llamar ya a los vehículos de apoyo para que os recojan? A través de la radio le llegó una voz que parecía estar riéndose entre jadeos, y creyó reconocer a Elias. Sin embargo, no tuvo tiempo para pensar en ello. Una sombra se recortó de pronto contra el fondo verde, trastabilló y desapareció tras unas rocas. Evitando por muy poco la andanada de láseres que lanzó Kharonte en su dirección. —Corre mechwarrior ya —canturreó, intentado preveer el siguiente movimiento de su rival mientras avanzaba para permitir a los sensores de batalla darle más información. Un rápido repaso al HUD le sirvió para comprobar que aún conservaba suficiente munición y que los daños no eran extremadamente graves—, no te detengas más. Temiendo una emboscada, rodeó la formación rocosa tras la que se había ocultado el enemigo y entonces pudo enfocarlo con claridad: se trataba del Linebacker. Llevaba en la espalda las insignias de Marik junto con unos identificativos de unidad que no reconoció, aunque lo más relevante era el desastroso estado de su pierna derecha. Apenas un amasijo de hierros mantenidos en su sitio por las fibras de miómeros, que le servía de muleta en la carrera. Unos segundos después, los sensores de batalla le informaron de que había sufrido una cantidad de daño masiva. Eso le hizo pensar que estaba tratando de huir, y estuvo a punto de dejarle marchar… hasta que levantó la vista y vio, en su falso horizonte verdoso, hacia dónde se dirigía. —No, no, no. La antena no. El piloto del Linebacker había escogido una ruta muy favorable para sus propósitos, eso tuvo que reconocérselo: el recorrido estaba plagado de colinas y trincheras que le permitían conseguir cobertura con bastante facilidad. Pero Kharonte no estaba dispuesto a sacrificar todo el esfuerzo que había hecho su compañía. Y mucho menos que pudieran decir que un mechwarrior de la Quinta Brigada de Rochester la pifió en el último momento. —Dame un blanco claro… Los cuatro láseres atravesaron los centenares de metros que los separaban, dibujando líneas de metal candente en el blindaje sin causar más daños. Maldiciendo por no haber concentrado mejor los haces de energía y por el incremento de temperatura del reactor, Kharonte aceleró para acortar las distancias. Derrochando la munición de los autocañones con la idea de que las postas destruyesen algún mecanismo vital ya dañado o, al menos, pusieran nervioso al Linebacker. Sin embargo, el mech no se detenía en su marcha vacilante y los impactos que recibía en la espalda no estaban siendo definitivos. De modo que, con un bufido furioso, buscó una línea de disparo limpia, apuntó todas las armas del Warhammer contra el torso trasero del enemigo e hizo fuego. Las líneas de los láseres se le desdibujaron por el calor y el marcador de temperatura se elevó hasta sobrepasar las líneas de emergencia, pero aún así mantuvo el gatillo pulsado hasta que el Linebacker se desplomó bajo una bola de humo y llamas. Dejando al Warhammer solo en medio del campo de batalla. —Control, aquí Kharonte. Amenaza eliminada. Solicito extracción para los heridos. —Enhorabuena, Kharonte. Desde aquí hemos visto una batalla muy intensa —la voz del oficial de Liao le sonó, por una vez, honesta—. Al final, hicimos un buen trato al confiar en hombres de la Quinta de Rochester para reforzar la guarnición. Seguro que esta victoria hará que os conozcan mejor en la Concordancia Victoria. —Eso es —musitó Kharonte—. Que nos teman.